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Bueno, que os voy a contar. Soy de España, y me encanta Leer y escribir. Tengo subidos historias por Internet. No soy autora de un gran libro, y de nunguna novela, pero algo ronda por ahí. Bueno, que más deciros. He tenido muchas experiencias, unas buenas y otras malas. He tenido mucha gente a mi lado y gracias a eso he sabido ver en personas lo mucho que pueden cuidar de mi y lo mucho que saben ver en mi. Atentamente, Natt.

viernes, 28 de diciembre de 2012

Capítulo 32


Danny se marchó tras un despeine de mi pelo por su parte y me guiñó un ojo cual niña pequeña. O como a fan.

Sinceramente no me importaba. Bueno sí. No quería romper ése vínculo. Matadme si queréis. Yo no quería que se convirtieran en algo diferente. Eran mis ídolos y ahí se quedarían. Con Tom era diferente. Me llegó a comprender. Es decir, es raro, sólo ha pasado un mes... 

Pero es alguien en quien puedo confiar. Quizás porque espero que no me hiera. Que confío que por su madurez no hará o dirá ciertas cosas que otros amigos míos harían... Aunque hacía tiempo que no tenía amigos de verdad... 

Aquí hice amigos. 

Y amigas. 

Deith es uno de ellos. 

Con Ortcher nos hemos vuelto inseparables, con Chris únicas y con Joanna una compañera con quien hablar sin palabras. Con música. 

¿Qué más podía pedir? 

¿Encontrar el amor? Eso sería demasiado idílico. 

¿Con mi IDOLO? No, no era necesario. No quería convertirme en alguien... diferente. 

Estaba a gusto conmigo misma. 

¿Le quería? Puede. 

¿Se puede querer a alguien que no conoces? Claro, te lo imaginas. Lo haces a tu imagen y semejanza, lo diseñas para que sea como tú quieres que sea. 

Quizás con Dougie había hecho eso. Nos habíamos divertido. Habíamos sobrepasado los límites pero... ¿era ahora consciente de ello?

Doug abrió la puerta... ¿Estaría pensando muy alto?

– He oído como babeabas por Danny.

–  Cállate, anda... –   reí. –   Vengo a ver si seguías borracho.

–  Creo que dejé la bebida hace tiempo.


–  ¿Estás seguro?

–   O la voy a dejar...

Reí y negué con la cabeza.

–  ¿Me vas a dejar aquí fuera?

–  ¿Ahora me hablas como si fuera un chico normal y corriente? Tío bueno, sí, –  se echó el mismo los piropos y todo. –   pero normal y corriente.

–  Doug... en serio, vengo de buenas. –   intenté traducir en castellano a inglés la expresión, pero no me entendió. Su cara lo mostraba todo. –   Que vengo en plan guay... que no vengo a pelear... ¡Qué estoy contenta, leñes!

–   Te he entendido a la primera, pero quería ver cómo te ponías nerviosa. Ya he visto que mi desnudez no te ha molestado.

Entonces reparé que sí. Que estaba desnudo. Totalmente. Estaba poyado con una mano en el marco de la puerta y con otra tapaba sus partes. Su pecho con casi su inexistente bello, su tatuaje al aire libre, sus pelotillas al libre albedrío, su sonrisa de pasota viéndome como le hacía un tour a su cuerpo.

–  ¿te gusta lo que ves?

–  Mucho.

Ups... se me había escapado.

– ¿Quieres pasar?

Asentí como una autómata. No sabía por qué su desnudez no me molestaba. Pero notar su calor detrás de mí, escuchar la puerta como se cerraba, como se encerraba en el lavabo y como abría el grifo...

– Voy a ducharme... Si quieres esperarte...

Y entonces lo supe. ¿Por qué desperdiciar esto? Tengo la posibilidad de liarme con el chico que me gusta en verano. Podemos hacer lo que sea durante el verano, a escondidas. Y luego, buscar ésa relación seria que tanto quiero. 

¿Qué es Dougie Poynter, el bajista de McFly? Mejor me lo pones, más ponible es. 

Resulta que quien pensaba que era, resulta que no es. ¿Lioso, no?

Imaginaos el lio que tenía en la cabeza que no recuerdo como fui dejando las prendas que abrigaban mi cuerpo, como mi desnudez fue ganando peso en mí y como sin inmutarse, abrí la puerta de su baño que daba justo perpendicular a la puerta de entrada. Retiré el collar de mi cuello y lo dejé en la repisa del baño a la vez que me quitaba el sujetador y abría la mampara de la gran cabina que tenía por ducha. Ni se inmutó cuando rodeé su cuerpo delgado con mis pequeños brazos. 

Ni me inmutó el hecho que se girara y me penetrara con sus ojos tan intensamente que cortó mi respiración.

Que su mano viajara a mi pelo y que con dolor quitara la goma que sostenía mi cabello en un moño. 

Que nos girara y me pusiera bajo el micrófono de la ducha. 

Que el chorro de agua caliente me abrasara y me obligara a jadear justo cuando su mano viajaba a mi nalga y me apoyaba en la fría pared, pues mi otra nalga la tocó.

Que su pelo rebosante de champú goteara sobre mi clavícula cuando hizo que el chorro de agua le bañase a él y me dejara a mí detrás de ésa cortina de agua. Imaginaos lo que fue sentir como nuestras piernas se enredaban a la vez que nuestras respiraciones se agitaban locamente. 

Como sus besos me hacían desaparecer y volver a la vida. 

Como me hizo sentir cuando me cogió de las rodillas, me elevó arañándome la espalda con un botón de la ducha, haciendo cambiar los colores de ésta y la forma en que caía el agua. 

En como nuestros cuerpos se resbalaban hasta quedar casi tumbados cuando quiso que le encerrara entre mis piernas. 

Como le abracé cuando me murmuró que ayer fue una de sus noches preferidas de éste verano. 

Y que la que ganaba a la de antes era la noche en que por primera vez lo hicimos en el almacén de la limpieza. 

Dejé de sentir lo que murmuraba, dejé de oír sus jadeos... o gemidos... o respiraciones intentas, lo que fueran cuando desaparecí del mundo conectados. Conectados.

– No me importa si dices que sí o dices que no. Ambos sabemos que esto va a pasar más veces y de diferentes formas pero como ésta... es difícil superarlo. Así que vete acostumbrando.

– Menos mal que tomo pastillas anticonceptivas para regular la menstruación.

– Menos mal... Porque el día en que te encuentre tan radiantemente sexy como lo estas ahora que te he hecho el amor salvajemente...

– Ahora mismo no pareces tú. – murmuré cuando apagó el agua por fin antes mis besos en su barbilla y mis pequeños escalofríos. Se levantó del suelo de la cabina de ducha y me tendió la mano.

– No puedo evitar hacer esto teniéndote como te tengo. – me susurró al oído mientras su mano me rozaba el costado tan suavemente que incluso dolía. – quizás no sabes quién era.

– Sí... – me arropó en una toalla y él hizo lo mismo. – Doug... en un tío no sienta bien que se pongan las toallas por los sobacos... Has cortado todo lo que había antes.

– tranquila, incluso así te pongo. Lo veo en tus ojos.

– Eso es malo... Que me ponga un chico así...

Rio y negó con la cabeza y ambos mojados nos dirigimos a su cama. Me llevó como una princesa y como no había levantado la persiana, la habitación estaba en penumbra así que no me vio realmente desnuda incluso cuando sin querer me tiró de la toalla.

– que... ¿ni una hora de descanso?

– ¿Porqué voy a perder el tiempo? Cambias tanto de opinión que a lo mejor luego dices que te hago demasiado el amor...

– ¿el amor? ¿No era sexo?

– Bueno, hay sentimientos...

Y bueno, ya sabéis lo que sigue después, ¿no?

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